FOLLOWERS

 Lorena Moreno Vera, 2022



Resulta interesante el nivel de anonimato que una ciudad tan grande como la ciudad de México ofrece. En parte recae en su tamaño, su número de habitantes y caos, pero mucho también se debe a la sonoridad de la ciudad.  Mientras uno camina por sus calles, uno pasa por oleadas de ruido excesivo que permiten diálogos inaudibles para oídos no invitados.

Por otro lado, este anonimato recibe otro nivel de absurdo gracias al sinnúmero de cámaras de vigilancia para subvertir —a manera de paliativos—la inseguridad en esta urbe. Sin embargo, es esta misma inseguridad la que nos hace a los mexicanos paranoicos por excelencia, tal vez también de la mano de la preocupación por del “qué dirán”. Es por eso que uno desarrolla cierto radar con el que, a pesar de cohabitar con otras 20 millones de personas, uno puede notar la ligera variación entre la simple coincidencia de dos cuerpo siguiendo la misma trayectoria y de cuando esta coincidencia se torna en amenaza.

Ahí también habría que ahondar en la reacción; ese “¿cómo puedo desafanarme de este tipo que me sigue sin que sea obvio?” Sin que genere sospechas de que me he dado cuenta.Para esto hay varias opciones que pueden ir desde la aceleración/desaceleración del paso, la pausa súbita, la mirada discreta por el rabillo del ojo, el cruce al otro lado de la acera, o entrar a un establecimiento. Para Vito Acconci, esta última era la pauta para cambiar la ruta y escoger a “otra víctima” siguiendo la coreografía trazada por la amenaza y el deseo.[1]

Bueno, víctima suena muy rapaz para algo que no es necesariamente malintencionado. Por el contrario, seguir a alguien puede ser un simple acto de contemplación por demás entretenido y sumamente interesante. Seguir a alguien se ha vuelto la actividad más solicitada en la última década, sólo que su virtualidad la hace—en casos—menos agresiva. ¿Pero en qué recae ese placer de observar el día a día de un sujeto? ¿Qué es lo que hace que un sujeto interese más que el otro? Y viéndolo desde el otro lado, ¿cuál es el placer en ser seguido? Porque para muchos, ese número indicado en la parte superior de sus cuentas, valida su “estar en el mundo”.

En primera es la selección de ese algo de cierto alguien que llama la atención, ya sea por identificación, atracción o repulsión. Todas funcionan casi a la misma escala. Después es desmenuzar ese sujeto; primero como conjunto y después en los detalles: Altura, edad, gestos, el modo y ritmo de caminar, la ropa, el cuerpo, el desgaste y la forma que adoptan todos estos elementos como resultado de esta convivencia. Todo esto pasa al mismo tiempo a la velocidad de nuestros pasos.

Por ejemplo, en el paso por Hegel, un hombre de una edad difícil de identificar camina con un vaivén desganado que hace parecer como si su cuerpo fuera a desarmarse en cualquier momento. Como una estructura endeble que se pasea con una suerte de “temblorina” desenfadada que empata con la holgura de su ropa. A todo este conjunto y en perfecto compás con dicho vaivén se suma de fondo un fragmento de “Fuiste mía un verano” de Leonardo Favio que el valet parking escucha en su celular mientras participa como tercer espectador de esta caminata.

Schiller recibe con bugambilias y dulces a un tipo joven, tal vez de unos treinta y tantos/cuarenta—difícil de saber a juzgar por la calva. Mientras camina, sus piernas se abren en un compás ancho, como dando patadas bamboleando todo el cuerpo de derecha a izquierda. El clásico caminar de un “macho alfa.” Se nota que se ha dado cuenta del asecho porque no puede evitar girar ligeramente la cabeza para echar un vistazo por la derecha.

Cuando Platón cruza Séneca, se pasea una columna infinita de Brâncuși con un torso robusto y un saco ajustado que ciñe la cintura de donde salen dos extremidades que se ensanchan y se estrechan en sus articulaciones al ritmo del andar.

Pero basta con las personalidades que trazan Polanco, continuemos con estas ciudades europeas y estadounidenses que le dan caché a las calles de las colonias del centro-poniente.

Londres es corta pero movida. Antes de llegar a la cuchilla donde se encuentran las calles de Londres y Havre, un hombre con una melena plateada que se esconde dentro del cuello de su camisa, camina contoneándose sostenido por su bastón. Al girar por la esquina, ese baile encuentra su acompañamiento por la bocina de la casa de empeño que llama a sus posibles clientes al ritmo de Rayito colombiano, mientras el señor para en un “puestito”buscando en su bolsillo unos pesos para comprarse una “chuchuluco” de mediodía.

En el cristalino turquesa de Marsella 70 habita un señor que busca con mucho empeño algo entre su nariz y su boca. La búsqueda es pausada y sin pudor alguno. Tal vez simplemente es una seña o intenta cubrir su cara de los fisgones de afuera. De cualquier modo, su perrito sale “al quite*” para denunciar a todo aquel que quiera contemplar dicha escena.

En otra ciudad francesa, Niza, un tipo de unos cincuenta se pasea entre puestos de lámina y olores a garnacha. El hombre gesticula, moviendo los cuadros de su camisa de forma agitada. Presiente la cercanía de alguien que lo sigue y prefiere arriesgar el pellejo cruzando la avenida atrabancadamente. Tras el intento fútil de sacudir a su seguidor, se para en seco y se pierde entre arepas y tacos en Liverpool.

Una trompeta sigue el trazo del cableado urbano de San Francisco por una trayectoria tan accidentada como el dibujo de la maraña de cables. Su trompetista pasea por la calle tocando la misma melodía por cuadras, una y otra vez. Esta melodía intenta ser escuchada y remunerada por alguno de los vecinos de la cuadra. Por supuesto, también hay complacencias como las Mañanitas para ocasiones especiales o “Rumores” de Joan Sebastian, como cuando San Francisco se convierte en Sacramento.

Finalmente, entre Tokio y Praga, se hojea un libro con la misma cautela con la que se pasea; una por una y uno delante del otro con boca y nariz cubiertas.

my body as a system of possible movements transmitted by my body to the environment (the environment as a system of possible movements transmitted from the environment to my body) [2]


As the streets grow steeper and their names start to vanish, the role of the follower and the followed change in the plot. The latter becomes an active guide, making way through crooked steps and barking dogs, while the former gives into the uncertainty of the route with an agitated breath.

Streets give in to anonymity and yield a wilder labyrinth taken over by the undergrowth. This path opens up the summit of the Cerro de Tenayuca and its abstract overview of a city with a million names.




Glosario

caché —(Mex.) Estilo y elegancia en la forma de vestir o hacer las cosas.

puestito—(Mex.) Establecimiento comercial sencillo e informal, especialmente el que se instala en la banqueta.

chuchuluco — (Mex.) golosina o botana.

al quite — (Mex.) Ayuda momentánea que una persona presta a otra para que salga de alguna dificultad.

garnacha — (Mex.) Conjunto de antojitos que se venden en establecimientos sencillos e informales.

arriesgar el pellejo — (Mex.) Arriesgar la vida.

atrabancadamente— (Mex.) Con precipitación, impulsivamente o con torpeza.





[1] “what was most striking was the coincidence of a barely concealed sense of threat with the networks of desire and dependence created in its simple choreography. McDonough, T. (2002, season-03). The Crimes of the Flaneur. October, 102, 109.

[2] Vito Acconci, commentary in Judith Russi Kirshner, Vito Acconci: A Retrospective 1969 to 1980 (Chicago: Museum of Contemporary Art, 1980), p. 10 in McDonough, T. (2002, season-03). The Crimes of the Flaneur. October, 102, 109.